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Problemas

Balín Cubría a la niña, zarandeándola y sacudiéndola con violencia. Estaba a punto de reventarle la cabeza, pero la niña no podía alejarse... De manera que permaneció encorvada, a horcajadas sobre su bicicleta, cubriéndose las manos con los oídos. Había rastreado el misterio hasta su origen, pero allí, en su origen, el misterio se había acrecentado. ¿Cómo era posible que los dueños de un perro, que supuestamente lo querían o que por lo menos le deseaban bien, lo amarraran de manera tan despiadada y luego se fueran abandonándolo al olvido? ¿Abandonándolo a su miseria animal? ¿Acaso ladraría así, con tanta furia, durante horas y horas todo el santo día? ¿Ante la menor provocación? ¿Y acaso los vecinos no [...] En la circunferencia desesperada que demarcaba la cadena de un radio de tres metros, el perro había horadado la tierra con sus uñas: prueba fehaciente de in- numerables semanas en diurno y nocturno cautiverio. —¡Perro bonito! ¡Perro bueno! ¡Nadie te va a hacer daño! —le dijo la niña en voz no muy alta. La verdad es que temía que el perro la atacara. Una distancia de no más de cinco o seis metros los sepa- raba y todo parecía indicar que no había nadie dentro de la casa: ningún automóvil en la entrada surcada de huellas, ningún rostro en alguna de las ventanas. La niña observaba, el perro ladraba. ¿Si bien en la distancia sus ladridos habían tenido un dejo casi mecánico, de cerca definitivamente estaban vivos como un sonido que se retorcía y gemía en el aire, oleada tras oleada de un habla indescifrable que golpeaba y luego lo oían o no les importaba o no se tomaban la molestia de sentar su protesta? La niña sabía muy bien que, en un barrio residencial normal, la policía sería llamada en el acto si un perro empezaba a ladrar tan fuerte y de manera tan continua; sus padres en particular no lo habrían tolerado. Sin embargo, un surco de palmeras mustias separaba esta casa de la vecina y quizá, en estos vecindarios, eso bastaba para que nadie alcanzara a escucharlo. En el amplio radio de quienes en principio tenían que estar lo suficientemente cerca para oírlo, debía haber mucha gente... y, sin embargo, la niña parecía ser la única que escuchaba. “¿Qué podría significar”, se preguntaba la niña, “que una criatura viva, animal o humana, hiciera semejante ruido? ¿Y que a nadie le importara lo suficiente como para intervenir?”. El texto puede clasificarse como narrativo porque A. relata lo que vive, siente y piensa una niña ante un perro abandonado. B. está escrito en verso, posee rima y narra los hechos en segunda persona. C. hay exclamaciones, preguntas, y afirmaciones sobre un perro y una niña. D. presenta estrofas y una moraleja para contar los hechos ocurridos.

Roztwór

Mario professionell · Tutor durante 6 años
Weryfikacja ekspertów
3.7 (286 Votos)

Respuesta

Respuesta:A mi percepción pienso que es la opción A