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Resumen por capitulos de "La tercera Frida" por Enrique Escalona ​

Pregunta

Resumen por capitulos de "La tercera Frida" por Enrique Escalona ​

Solución

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Gustavoprofessionell · Tutor durante 6 años
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<div class="athena_tag_tk_ques_text_content" data-testid="answer_box_text"><p><strong>Respuesta: Espero te sirva</strong></p><p></p><p><strong>Explicación:</strong></p><p>Esa mañana, la ciudad amaneció oculta por un manto de niebla que flotaba en silencio. El oficial</p><p>alemán Karl Gurlitt salió del Hôtel Le Royal seguido por dos soldados. Se internaron en la Plaza</p><p>de Bellecour, caminando entre la bruma, sin poder ver los edificios de ventanas altas, balcones de</p><p>hierro forjado, chimeneas de ladrillo y buhardillas con tejados que rodean la explanada. Tampoco</p><p>era posible admirar la basílica que domina la colina de Fourviere en el horizonte. Sólo quedaba a</p><p>la vista, además de la blancura, la tierra rojiza que cubría la plaza. Oyeron gritos en la lejanía y se</p><p>detuvieron; era mejor ser precavidos. Lyon era conocida como la capital de la Resistencia, el</p><p>movimiento francés que luchaba contra el invasor; es decir, contra ellos. Retomaron el paso. El</p><p>sol había aparecido como un halo entre las nubes. Un sol frío, sin fuerza para disipar la bruma de</p><p>la noche. Karl pensó que ya debían de haber llegado al otro lado de la plaza y temió haber</p><p>perdido la línea recta. Nunca había sido bueno para orientarse. Antes de la guerra atendía la</p><p>tienda de antigüedades de su familia y rara vez salía de Hamburgo. Un viento gélido disipó algo la</p><p>neblina y reveló la estatua del rey Luis XIV a caballo y señalando con un dedo la calle Émile</p><p>Zola: la dirección que debían tomar. Caminaron en fila india por una banqueta estrecha y llegaron</p><p>al edificio que hace esquina con la Plaza de los Jacobinos. Afuera estaba estacionada una</p><p>camioneta de la que descendieron tres cargadores que se apresuraron a hacer el saludo nazi. Karl</p><p>sacó la llave del portón, lo abrió y el grupo pasó frente a la puerta del departamento del</p><p>matrimonio Mercier, los conserjes del edificio. —Están subiendo. Han de traer las llaves de monsieur Barda —murmuró Claire. —Mejor. Así no vendrán aquí —susurró Antoine, su esposo.</p><p>El día anterior, un grupo de agentes de la Gestapo se había llevado a Daniel y Berthe Barda,</p><p>arquitectos franceses, de religión judía y habitantes del tercer piso. Karl Gurlitt estaba ahí para</p><p>saquear su hogar. Su trabajo consistía en apropiarse de los bienes de las familias judías</p><p>deportadas a campos de concentración. Los muebles, las joyas, las antigüedades y las prendas</p><p>lujosas se vendían en el mercado negro. Si aparecía alguna obra de arte clásico, la mandaba como</p><p>regalo para el Führermuseum que construía Adolf Hitler en Austria, el cual reuniría las obras</p><p>incautadas a los países ocupados.</p><p>Karl abrió la puerta y encontró una decoración peculiar, con muebles escasos y modernos,</p><p>hechos con tubos cromados, tapizados en telas lisas y sin florituras. La duela de madera estaba</p><p>libre de estorbos; unas discretas lámparas de acabado metálico decoraban las esquinas y había</p><p>una enorme pintura abstracta en la pared principal. —¿Qué es esto? —preguntó un soldado y señaló una pintura que mostraba frutas hechas con</p><p>formas geométricas coloridas.</p><p>—Es arte degenerado —contestó Karl.</p><p>“Degenerado” era el término que usaba el régimen nazi para describir el arte moderno y de</p><p>vanguardia. Algunas de esas obras eran destruidas, y otras, revendidas a coleccionistas. Karl</p><p>descolgó la obra, la colocó sobre la mesa y sacó un sello que estampó en la parte posterior: la</p><p>marca de la ERR, organización responsable de confiscar bienes culturales.</p><p>Indicó a los cargadores que se la llevaran, junto con una escultura de dos personajes abrazados</p><p>y fundidos en un beso. Revisó un librero, encontró catálogos de exposiciones de arte, tratados de</p><p>arqueología y manuales técnicos sobre arquitectura. Nada que le interesara. Entró a la recámara</p><p>principal, se puso unos guantes y sacó la ropa de los armarios. Encontró joyas que metió en una</p><p>bolsa y un reloj que deslizó en su bolsillo. Siguió con la recámara de los niños. Husmeó en un</p><p>armario; movió algunos juguetes; no encontró nada interesante. Ordenó a los cargadores vaciar el</p><p>piso. Dio instrucciones: los muebles, la estufa y los abrigos irían a una bodega; las cosas restantes</p><p>serían usadas como combustible para la calefacción. La memoria de una familia sería consumida</p><p>por las llamas.</p><p>Antes de irse, Karl se fijó en un cuadro sobre la chimenea. Era un dibujo hecho de líneas</p><p>negras: parecía un laberinto y tenía algo de enigmático. Lo descolgó y le colocó el sello por la</p><p>parte de atrás. Como era pequeño, decidió llevárselo él mismo.</p><p>Los conserjes escucharon las botas militares bajando las escaleras. Temían que tocaran a su</p><p>puerta, así que contuvieron la respiración hasta que escucharon que se cerró el portón. Antoine</p><p>esperó un instante, buscó una silla, la puso cerca de la entrada, subió en ella y abrió la puerta de</p><p>una alacena empotrada sobre el pequeño cuarto de baño. Un niño de tres años se asomó,</p><p>silencioso, y Claire lo recibió con un abrazo. —La señora Barda me lanzó una mirada insistente cuando pasó por el pasillo. Ahí entendí que</p><p>había escondido al niño.</p></div>
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